viernes, 10 de diciembre de 2010

TAO LOS TRES TESOROS.....OSHO

CONQUISTANDO EL
MUNDO MEDIANTE LA
INACCIÓN

13 Agosto 1975 am

In Buddha Hall

Lao Tse dice:

El erudito busca constantemente incrementar sus conocimientos;
el que estudia el Tao busca disminuirlos día a día.
A través de esta constante disminución alcanza la no-acción.
A través de la no-acción, todo es realizado.
Aquel que conquista el mundo suele hacerlo sin hacer nada.
Cuando uno se ve forzado a la acción,
el mundo se encuentra fuera de su alcance.

¿Qué es “conocimiento”? ¿Por qué Aquellos-que-han-Despertado están completamente en su contra?
Acumular conocimientos es un truco para luchar contra la Existencia. La erudición es una herramienta en manos del ego. Acumular conocimientos es un conflicto: la parte está intentando conquistar el Todo descubriendo sus secretos. El conocimiento es la fantasía fundamental del ego… al igual que el dinero, al igual que el poder, también lo es el conocimiento. Pero es más peligroso que el dinero, más peligroso que el poder, porque el conocimiento es más sutil.
He de contarte la antigua historia bíblica de la expulsión de Adán del Paraíso. Esa parábola tiene significados multidimensionales. Uno de esos significados es “lao-tsiano”: Dios creó el mundo y le dijo a Adán que no comiera la fruta del árbol del Conocimiento… pero ¿por qué particularmente del árbol del Conocimiento? Parece absurdo. Si hubiera prohibido a Adán matar, lo entenderíamos; si hubiera prohibido a Adán el sexo, entonces todas las religiones del mundo lo habrían entendido. Pero Dios ni prohibió el sexo ni la violencia, sino el conocimiento. El conocimiento parece ser el pecado original. Pero ¿por qué lo prohibió Dios? ¿Por qué es peligroso el conocimiento? Porque el esfuerzo mismo por desvelar los secretos supone una agresión. La mayor agresión. El esfuerzo mismo es violencia. Y tus esfuerzos por saber, revelan que estás dispuesto a pelear. Si no fuera así, ¿para qué querrías el conocimiento?
No es que Dios lo prohibiera. Ayer te dije que a Dios le encantan las historias. Ahora debo decirte que el mismo Dios forma parte de una hermosa historia. Dios es la parábola más bonita. En ninguna parte existe nada como Dios. No Lo busques, porque Lo estarás buscando en vano. Nunca Lo encontrarás. Dios es una parábola… ¡pero hermosa! Te descubre muchas cosas. Pero no las entenderás si crees que Dios es una persona. Dios no es una persona.
Sucedió:
Una vez asistí a un gran diálogo filosófico. Estaba sentado en la casa de un hombre rico, en su bonito salón; él no paraba de hablar, pero entonces sonó el teléfono en la habitación de al lado y tuvo que dejarme. Y fue una suerte que tuviera que salir porque si no, me habría perdido este gran diálogo.
Junto a mí había una gran pecera y dos carpas doradas nadaban en ella. La más joven, de repente, se detuvo y preguntó a la otra:
-¿Crees en Dios?
La más joven parecía una gran filósofa, una buscadora. La mayor, como si fuera su gurú, le dijo:
-Sí. ¿Quién crees que nos cambia el agua todos los días? Si Dios no existe, ¿quién es el que nos cambia el agua todos los días?
Todas las ideas sobre Dios son algo así: “¿Quién crees que ha creado el mundo? ¿Quién supones que sigue controlando el mundo, dirigiendo el mundo?...”. son sólo mentes limitadas, pequeñas conceptualizaciones. Dios no es un concepto; es una parábola.
Cuando digo: “Dios prohibió”, recuerda que no me refiero a que “alguien prohibiera algo. Simplemente refleja una manera de expresar que la Existencia prohíbe el conocimiento. La Existencia permite la inocencia y prohíbe el conocimiento porque en la inocencia la parte se une al Todo, permanece unida al Todo, es una con el Todo… y en el instante en que empieza a acumular conocimientos, surge el ego, cristaliza el ego. Ahora la parte deja de fluir con el Todo; ahora posee su propia mente: elige hacer ciertas cosas y no hacer otras; ahora tiene sus propias opciones, ahora tiene sus propias preferencias y rechazos.
Éste es el significado de la historia: de repente, Adán y Eva fueron expulsados del Paraíso.
Te debes de haber preguntado dónde estaba ese Paraíso. No es un lugar geográfico; es un estado psicológico mental. La inocencia es el paraíso; el conocimiento es la expulsión.
Todo niño nace como Adán o Eva: en el paraíso. Pero entonces empezamos a enseñarle cosas, empezamos a condicionarlo. Toda la gente, todos los maestros que lo condicionan, todas esas personas que intentan convertir al niño en un almacén de conocimientos son la serpiente que convenció a Eva de que comiera el fruto del árbol del Conocimiento para así convertirse en Dios, para tener su propio centro al igual que Dios tiene su centro. Si sabes cosas, te convertirás en algo distinto de lo que eres.
Todo conocimiento es una seducción para convertirte en algo que no eres. Es el conocimiento el que está creando el futuro, es el conocimiento el que está creando en ti el deseo de convertirte en algo que no eres.
“Inocencia” es disfrutar de lo que eres: “conocimiento” es esforzarse por ser lo que no eres.
Esa serpiente fue la primera maestra del mundo. Esa serpiente creó una brecha. Esa separación se formó entre el “ser” y el “llegar a ser”. Todo conocimiento crea esta brecha entre tu ser y tu “llegar a ser”. Crea un sueño, crea un espejismo, una ilusión: podréis llegar a ser como los dioses. Pero no sois dioses ni podréis convertiros en dioses. La inocencia dice que ya “eres”, que no necesitas “llegar a ser”. Lo contrario no es posible. Formas parte del Todo, posees las mismas cualidades que posee el Todo; eres santo. La inocencia dice que ya eres eso. No has de hacer nada. Simplemente tienes que disfrutarlo y celebrarlo y sentirte feliz por ello. El conocimiento te dice: “Tal y como eres, estás condenado. No eres nada. Tienes que llegar a ser como los dioses. ¡Inténtalo! ¡Esfuérzate! ¡Actúa! ¡Disciplínate!”.
Recuérdalo: el día en que el niño empieza a pensar en el futuro, pierde su inocencia. Sólo hasta ese momento         –mientras disfruta del presente- sigue siendo un niño, inocente, incorrupto en su ser. El “llegar a ser” aún no ha surgido en él; todavía está en el paraíso… Y el paraíso no es nada. El paraíso es la capacidad de disfrutar por ti mismo aquí y ahora. Ya estás en el paraíso; sin embargo, lo has perdido porque no sabes disfrutar aquí y ahora. Piensas y haces planes para el futuro, para cuando seas como los dioses. Entonces lo disfrutarás.
El conocimiento crea el futuro, el conocimiento crea el deseo; el conocimiento crea el “llegar a ser”, el conocimiento es samsara, la rueda. Cuando estás en la rueda das vueltas y más vueltas sin llegar a ninguna parte. El conocimiento es el mundo. Cuando Jesús dice: “Mi reino no es de este mundo”, se refiere al mundo del “llegar a ser”. No se refiere a este mundo, al mundo de los árboles y los pájaros que cantan, de la lluvia que cae, del cielo y las nubes, no. Al decir “este mundo” no se refiere al mundo que te rodea; se refiere al mundo que rodea tu mente y tu ser, al mundo del “llegar a ser”, al mundo del deseo, lo que Buda llama tanha: el deseo de ser distinto de lo que eres.
Y eso es imposible. Vivirás en un infierno constante. Sólo puedes ser lo que ya eres; sólo eso. Estás intentando algo sencillamente imposible. No puedes ser distinto de quien eres. ¿Cómo vas a serlo? Una rosa intentando ser un loto, un loto queriendo ser otra cosa… pero no son tan tontos. Todavía forman parte del paraíso. El rosal que hay junto a ti todavía está en el paraíso, pero tú no. El niño sentado junto a tu lado puede que todavía esté en el paraíso, pero no tú. Yo estoy aquí, ante ti… y en el paraíso, pero tú no. El paraíso no es un lugar geográfico; es un espacio interior.
El conocimiento crea la brecha, adultera la inocencia, te vuelve viejo. Si no fuera por él, siempre serías como un niño. Y cuando Jesús dice –y está absolutamente en lo cierto- que “a menos que te vuelvas como un niño no entrarás en mi reino de Dios”, te da la llave secreta para abrir de nuevo las puertas –ahora cerradas- del paraíso.
El conocimiento es el que te expulsa, no Dios. No hay ningún Dios; simplemente es una manera de decir lo mismo. Para expresarlo más sencillamente utilizamos parábolas que sí puedes entender. En el momento en que empiezas a acumular conocimientos, automáticamente te autoexpulsas. Nadie te expulsa. Y en el instante en que te desprendes de tus conocimientos y te vuelves, de nuevo, inocente, eres aceptado. Nadie te acepta.
El conocimiento es un truco para luchar contra el Todo. Y ¿cómo vas a luchar contra el Todo? Será como una gota del océano luchando contra el océano. Será un infierno, un completo, un continuo sufrimiento. ¿Cómo va la gota a luchar contra el océano? Puede intentarlo, pero no hay ninguna posibilidad de que venza al Todo. Siempre será derrotada. Y eso es el infierno: siempre será derrotada, siempre perderá, siempre fracasará.
Y Lao Tse dice: “El conocimiento es el único pecado”. Y los que han despertado a su propia inocencia interna dicen lo mismo. Deshazte de todo conocimiento y vuélvete de nuevo inocente y cándido. Recobra tu niñez perdida y de repente te habrás convertido en un sabio, en un santo. No te falta nada. Salvo este deseo de convertirte en otro, nada obstaculiza tu camino.

El erudito busca constantemente incrementar sus conocimientos;
el que estudia el Tao busca disminuirlos día a día.

Aquellos que buscan conocimientos se centran por completo en saber más y más. Van acumulando conocimientos y cuantos más acumulan, más cargados están. Mira a tu alrededor: todos parecen llevar una carga muy pesada, todos parecen aplastados por lo que han atesorado. Sufren, pero siguen aferrándose a ellos porque los consideran de gran valor.
Si te observas a ti mismo te sorprenderá descubrir cómo te aferras a tu agonía; continúas deseando que, en alguna parte, algún día, surgirá el éxtasis… pero sigues aferrado a tu agonía sin deshacerte nunca de ella. Recuérdalo: ella no se está aferrando a ti; no puede aferrarse a ti. El conocimiento no puede aferrarse a ti; tú te aferras a él. No sólo te aferras, sino que lo vas aumentando, lo ayudas a crecer cada vez más.
Dice Lao Tse:

El erudito busca constantemente incrementar sus conocimientos…

Todo su interés se centra en aprender más, en acumular más, en saber más. Y cuanto más sabe, menos es por dentro, porque va perdiendo el rastro de su ser. Se convierte en un cúmulo de información, un basurero, y es incapaz de verse a sí mismo, de ver dónde se encuentra. Está perdido en la selva de sus propios conocimientos.

… el que estudia el Tao busca disminuirlos día a día.

Aquel que estudia el Tao, el que busca la Verdad y no los conocimientos, el que busca el ser y no el “llegar a ser”, es sencillamente lo contrario. Es justo lo opuesto. Cada día disminuye más y más, se descarga, se va aligerando. Sólo quiere aprender a “des-aprender”. Lo único que le interesa es cómo aligerarse por completo.

Un filósofo alemán fue a ver a Ramana Maharshi. Había estado viajando durante mucho tiempo y debía de haber reflexionado mucho sobre lo que le iba a preguntar.
Cuando llegó ante Ramana, le dijo:
-He venido para sentarme a tu lado, para aprender muchas cosas.
Ramana lo miró con profunda compasión y le dijo:
-Entonces te has dirigido a la persona equivocada porque aquí sólo enseño a “des-aprender”. Si has venido a aprender, has venido al lugar equivocado. Ve a otra parte. Pero si estás dispuesto a “des-aprender”, si eres lo suficientemente maduro para “des-aprender”, entonces puedes quedarte.

Tenía razón. Te acercas a un sabio para “des-aprender”. Cuando estás harto de lo que has aprendido; cuando has aprendido mucho sin ganar nada; cuando sabes mucho te encuentras perdido entre tus conocimientos; cuando sabes mucho, pero te has olvidado por completo de quién eres; cuando sabes mucho sobre lo innecesario y no sobre lo esencial; cuando has perdido el conocimiento esencial sobre tu propio ser, entonces acudes a un sabio para “des-aprender”. Y ésa es la entrega más sublime. Es fácil entregar tus riquezas porque son exteriores a ti. Los ladrones pueden arrebatártelas, pueden hurtártelas. No es algo que forme parte de ti; ¡te son ajenas! Fácilmente puedes abandonarlas. Pero tu conocimiento es un fenómeno interno: se desarrolla en tu interior, corre por tu sangre, se convierte en parte de tus huesos, en parte de tu propia médula. Es difícil entregarlo.
Es fácil aprender, pero es muy, muy difícil “des-aprender”. ¿Cómo vas a “des-aprender” algo que has aprendido? Es muy, muy difícil dejar de saber algo. ¿Cómo vas a hacerlo? Está profundamente arraigado en ti. A menos que trasciendas la mente –porque estás identificado con la mente- no podrás conseguirlo porque creerás que forma parte de ti. Crees que tu conocimiento es tu ser… ¡Sal de ahí! todas las meditaciones no son más que técnicas para salir de la mente, para distanciarte un poco de la mente, para apartarte y “des-identificarte” de ella, para trascender a la mente, para convertirte en un observador sobre la colina presenciando lo que está pasando en la mente.
Sólo cuando te has distanciado de tu mente existe la posibilidad de abandonar, de deshacerte del conocimiento, de “des-aprender”.

… el que estudia el Tao busca disminuirlos día a día.

Ésa es su ganancia. Gana perdiendo día a día; ése es su aprendizaje. Aprende “des-aprendiendo” día a día. Y llega un momento en que es, de nuevo, un niño, sin saber nada. Llega un momento en que entra de nuevo en el paraíso. Ha probado el amargo fruto del conocimiento, pero ha descubierto que no vale nada. El conocimiento es una gran estupidez. Ha descubierto eso y ahora entra de nuevo en el paraíso. Ahora ninguna serpiente podrá seducirlo. Ha madurado; es inocente, pero maduro. Es un niño: inocente, pero alerta, despierto, consciente. Ahora ha alcanzado una pureza mayor, porque una pureza sin conciencia no es duradera. Alguien la corromperá… y, si no es otro, tú te corromperás a ti mismo, porque no estás atento.
Adán tuvo que ser expulsado del jardín del Paraíso. Él era absolutamente inocente. Por una parte era como Buda: inocente; por una parte era como Jesús: inocente; pero por otra, carecía de conciencia.
Adán es el comienzo; Jesús es el final. Adán es una mitad; Jesús está completo. La otra mitad se ha vuelto consciente. Ahora Jesús es incorruptible. No sólo es puro, sino también incorruptible. Ahora, su inocencia es absoluta.

… el que estudia el Tao busca disminuirlos día a día.
A través de esta constante disminución alcanza la no-acción.

Esto es muy sutil. Presta tanta atención como puedas. Sé tan meditativo como te sea posible. Puede que no sepas que la palabra meditación procede de la misma raíz que “medicina” y “médico”, y que su significado original era “técnica para volverse uno”, “técnica para sanarte”. La medicina es medicinal, y, análogamente, la meditación también es medicinal. Te “re-unifica”, te integra, te devuelve la salud.
Presta atención y escucha tan meditativamente como te sea posible. Cuando escuchas meditativamente, comprendes; cuando escuchas concentrado, aprendes. Si escuchas concentrado, aumentarás tus conocimientos; si lo haces meditativamente, los perderás. Y la diferencia es muy sutil. Cuando escuchas con atención, esa atención implica una tensión; implica que estás tenso, excesivamente ávido por aprender, por absorber, por saber. Te interesa el conocimiento. La concentración es el camino hacia el conocimiento; la mente, focalizada en un objeto, aprende más.
La meditación es la mente “des-focalizada”. Simplemente escuchas en silencio, sin tensión en la mente, sin urgencia alguna por saber o aprender; con una relajación total, dejándote llevar, abriendo tu ser. Escuchas, pero no para saber; escuchas simplemente para comprender. Son maneras diferentes de escuchar. Si estás intentando adquirir conocimientos, entonces querrás memorizar lo que te estoy diciendo. En tu interior vas repitiéndolo; en tu mente vas tomando notas, escribiendo en tu memoria, tratando de afianzarlo profundamente en ti para que no se te olvide. Entonces se convertirá en conocimiento.
Y la misma semilla podría haberse convertido en un “des-aprendizaje”, en comprensión: simplemente escuchando, sin tener interés por acumularlo, sin tener interés por retenerlo en tu memoria, en tu mente. Sencillamente escuchas estando abierto, como si escucharas música, como si escucharas a los pájaros cantando en los árboles, como si escucharas el viento pasando por entre los pinos, como si escucharas el sonido del agua de una cascada… sin nada que recordar, sin nada que memorizar, sin escuchar con una mente de papagayo. Simplemente escuchando en ausencia de toda mente. Ese escuchar es hermoso, extático. No tiene metas; en sí mismo es extático, puro gozo.
Escucha meditativamente, sin concentrarte. Todas las escuelas y todas las universidades, enseñan concentración, porque la meta es memorizar las cosas. Aquí la meta no es memorizar, la meta no es aprender nada; la meta es “des-aprender”.
Escucha en silencio… y no creas que te olvidarás. No hay ninguna necesidad de recordar nada; sólo has de esforzarte por recordar la basura porque siempre tratas de olvidarte de ella.
Siempre que escuches la Verdad no habrá necesidad alguna de recordarla porque no puede ser olvidada. Puede que no recuerdes las palabras, pero recordarás la esencia… y eso no formará parte de tu memoria, sino parte de tu ser.
Aquí te estoy diciendo algo. Aquí, Lao Tse te está diciendo algo a través de mí para revelarte una parte de tu ser oculto. No te está atiborrando con nueva información; simplemente te está desvelando, redescubriendo, proporcionándote simplemente un vislumbre de tu propio ser.

A través de esta constante disminución alcanza la no-acción.

El conocimiento es un “hacer”, un conflicto, una lucha. Es lo que Darwin denomina “supervivencia del más apto”. Es luchar contra la naturaleza, es una guerra constante del hombre contra el Todo. ¡Qué estupidez! Pero es así.
Cuando quieres aprender algo realmente estás intentando aprender a “hacer” algo. Todo conocimiento es pragmático, práctico. Quisieras convertirlo en una práctica, hacer algo con él, pues si no dirás: “¿Por qué aprender? ¿Para qué?”. Siempre aprendes algo previniendo que te será útil.
Por eso, en un mundo pragmático, empírico, las artes, lentamente van desapareciendo. Nadie puede escuchar poesía, nadie quiere escuchar música, porque la pregunta es: ¿qué puedes “hacer” con eso? ¿puedes ganar dinero con ello? ¿Puedes adquirir poder a través de ello? ¿Qué puedes hacer? ¿Puedes reparar un automóvil escuchando música? ¿Puedes construir una casa? No, no puedes utilizarla. La música no es práctica, no tiene una “utilidad”…¡y ésa es su belleza!
La vida entera es no-utilitaria. No tiene ningún propósito, no va hacia ninguna parte. Simplemente es aquí, sin encaminarse hacia ninguna parte. No tiene metas a las que llegar, no tiene destino. ¡Es un juego cósmico! Los hindúes la llaman “lila”, un juego… como los niños jugando sin metas a la vista; el jugador es, en sí mismo, la meta. Disfruta jugando, gozan, son felices… ¡nada más! El aprender siempre tiene como meta “hacer” algo. Es una técnica para convertirte en un gran “hacedor”. Si sabes más, puedes hacer más. Y entonces, ¿para qué sirve el des-aprender? Para convertirte en un no-hacedor.
Poco a poco empezarás a no saber nada y a ser incapaz de “hacer” nada. Poco a poco, a medida que el conocimiento desaparezca de ti, también desaparecerá el “hacer”. Empezarás a “ser”; entonces podrás “ser”, pero no serás un “hacedor”. Y no quiero decir que no vayas a hacer nada; incluso un Buda tiene que pedir limosna, incluso un Lao Tse ha de buscar la manera de obtener pan y mantequilla y cosas así. Cuando llovía tenía que buscar cobijo y… Vivió una larga vida; llevó una vida muy saludable. No, no quiero decir que no “hagas”; quiero decir que te conviertes en un “no-hacedor”. Las cosas empiezan a suceder. No las provocas; suceden. El hacedor, el manipulador, desaparece, se disuelve, se esfuma. Y con el hacedor desaparecido, el ego deja de existir.
La gente viene a mí y me pregunta: “¿Cómo podemos entregar el ego?”. No puedes entregar el ego. Si el ego está ahí, ¿quién será el que se entregue? Es el ego el que pregunta, es el ego el que trata de averiguar cómo entregarse.
Puedes inclinar la cabeza, puede poner la cabeza a mis pies y decir: “Me entrego”, pero eso es lo que te estoy diciendo que has de entregar. Ahora, eso sobrevivirá alimentándose de la entrega misma. Irás y le dirás a la gente: “Me he entregado totalmente a mi Maestro. Mi “yo” ya no existe”. Pero el “yo” pervive por mucho que proclame lo contrario. Se manifiesta a través de todo: de la entrega, a través de la renuncia.
No, no puedes entregar el ego. Pero si empiezas a des-aprender, un día, de repente, descubrirás que el ego nunca ha existido. En primer lugar, nunca existió y estabas preguntando una estupidez: “¿Cómo lo he de entregar?”. Desde el comienzo mismo nunca existió, nunca ha existido. De repente empiezas a mirar dentro de ti y no lo encuentras; ni siquiera el más ligero rastro de él. Nunca ha existido. Es un falso concepto que surge del “hacer”.
De manera que es un proceso: el conocimiento te ayuda a convertirte en un “hacedor”. Entonces, cuando eres un “hacedor”, adquieres un centro –evidentemente, un falso centro; no puede ser uno verdadero porque no estás separado de la Existencia-. Un verdadero centro sólo sería posible si pudieras existir separado de la Existencia. ¿Puedes existir independientemente? ¿Puedes existir sin el aire que te rodea? ¿Puedes existir sin respirar? ¿Puedes existir sin que el sol te suministre continuamente vida y energía? ¿Puedes existir sin árboles que te den frutos continuamente? ¿Sin que la tierra te ofrezca sus cosechas? ¿Puedes existir sin estrellas ni luna? No, no puedes. No puedes existir independientemente.
Entonces, ¿cómo puedes decir que posees un centro? Sólo el Todo puede tener un centro. De hecho, sólo el Todo puede permitirse decir “Yo”, nadie más.
Sin embargo, al ir disminuyendo tu conocimiento, desmantelas toda la estructura. Pero comienza desde la base. La base es el conocimiento. Deshazte de los cimientos, abandona la base y la casa empezará a desplomarse. La casa pertenece al “hacer”. Los cimientos son los conocimientos, la casa es el “hacer” y dentro de la casa vive algo parecido a un imaginario fantasma: el ego.
Cuando los cimientos desaparecen, la casa de desploma. Cuando la casa se desploma, de repente te das cuenta de que nadie vivía allí. La casa siempre ha estado vacía. Es simplemente una idea, una fantasía. Era simplemente un sueño mental, una pesadilla.

A través de esta constante disminución alcanza la no-acción.
A través de la no-acción, todo es realizado.

Éste es el secreto. No haciendo nada, todo es hecho. Todo está ya haciéndose. Tú, innecesariamente te entrometes, causando mucho alboroto. Sin ti, todo va lo más perfectamente que podría ir.
Una vez lo descubres, te deshaces del “hacedor”, te vuelves parte del flujo, fluyes con el río sin ni siquiera nadar. Ahora mismo estás intentando ir río arriba y, claro, te sientes cansado, notas que estás siendo derrotado. Nadie está intentando derrotarte; el río no está intentando vencerte. De hecho, el río se ha olvidado por completo de que existes. Y es una gran suerte para él, pues si no se volvería loco al saber de tu existencia, si supiera que existes. ¡Hay tantos y tantos locos! No, el río es completamente ajeno a esto, felizmente ignorante de que existes, de que estás intentando ir río arriba.
Sucedió:

En un día parecido al de hoy, lluvioso, el río que pasaba por el pueblo se había desbordado.
De repente, alguien llegó corriendo a la casa de Mulla Nasrudin y le dijo:
-Nasrudin, ¿qué estás haciendo aquí? ¿No te has enterado? ¡Tú esposa se ha caído al río! ¡Ve a rescatarla!
Nasrudin empezó a correr. Nadie habría supuesto que fuera tan rápido porque todos los maridos quieren, en cierto modo, que sus esposas se ahoguen en algún río. Eso es perfecto. Y todos en el pueblo sabían que no se llevaban bien, que todo iba mal con los dos continuamente peleándose, de manera que aquello era una bendición, una gracia del cielo… pero Mulla Nasrudin corrió muy rápido. ¡Nunca se habrían imaginado que la amara tanto!
Se metió en el río y empezó a bracear, a luchar contra el río, nadando a contracorriente. La gente le decía:
-¿Qué estás haciendo? ¡Qué tonto eres! ¡El río se ha llevado a tu esposa corriente abajo! ¿A dónde vas tú?
Nasrudin les dijo:
-¡Callaos! Conozco bien a mi esposa. Ella siempre irá contracorriente; no puede ir a favor de la corriente. Ésa no es su naturaleza.

Todo el mundo va contracorriente intentando luchar contra el río. ¿Por qué? Porque al luchar puedes generar el concepto de ego. En el desafío, en la resistencia, puedes crear la noción de “ego”. Si dejas de luchar y fluyes con la corriente, poco a poco descubrirás que “tú” no eres. Por eso a la gente le encantan los desafíos; la gente ama el peligro, la gente quiere luchar. Si no hay nadie con quien luchar, crearán una cosa u otra con la que pelear, porque sólo la lucha puede sustentar su ego. ¡Y tiene que ser mantenido continuamente! Es como una bicicleta: pedaleas y no puedes dejar de pedalear pues, si no, caerás. Tienes que pedalear continuamente. El ego necesita tu pedaleo continuo. A cada instante has de luchar con algo. Una vez dejas de luchar, descubres de improviso que la bicicleta ha desaparecido. El ego no puede existir sin lucha.
El aprender ayuda al hacer; el hacer ayuda a luchar; la lucha crea al ego. Éste es el sistema, la ciencia. Y de esto es de lo que trata la religión. Deshazte del conocimiento, olvídate de él; vuélvete inocente como un niño. De repente te darás cuenta de que las cosas están cambiando. Ahora no eres un “hacedor”. Cuando no eres un “hacedor” no es que las cosas dejen de suceder; continúan sucediendo. “Tú” eres lo irrelevante. Cuando el “tú” no era, las cosas sucedían: amanecía como amanece ahora…

¿Has oído hablar de una vieja que vivía en un pequeño pueblo y que creía que el sol salía gracias a ella? Tenía muchos gallos y justo antes de que el sol saliera empezaba a cantar, a armar jaleo. Ella creía que el sol salía gracias a aquellos gallos. Era una conclusión lógica. En cuanto empezaba a cantar, sin falta, de inmediato, el sol empezaba a asomarse. Nunca sucedía al revés. Y les dijo a sus vecinos:
-El sol sale gracias a mí. En cuanto deje este pueblo viviréis en la oscuridad.
Ellos se rieron. Enfadada, abandonó el pueblo con todos sus gallos y se fue a otro pueblo. Y claro, por la mañana salió el sol y ella se rió diciendo:
-¡Ahora se darán cuenta! ¡Ahora está amaneciendo en este pueblo! Ahora gemirán y llorarán y se arrepentirán, pero no regresaré.

Todo ha estado sucediendo sin ti. Todo ha sido perfecto sin ti. Cuando no estés aquí todo será tan perfecto como siempre. Pero tú no lo crees así porque si lo hicieras tu ego desaparecería. Todo continúa cuando el “hacedor” desaparece.

A través de la no-acción, todo es realizado.

Las cosas suceden debido a que el Todo está actuando. Y cuando no luchas, te conviertes en un vehículo del Todo, en un instrumento, en una flauta, hueco por dentro. Y el Todo sigue cantando a través de ti. A cada instante, mejores canciones sonarán a través de ti. Incluso ahora, a pesar de ti, surgen a veces. En ocasiones sientes un súbito silencio descendiendo sobre ti. No sabes de dónde viene. Es como llovido del cielo. Surge porque, de algún modo, en ese momento te olvidaste de luchar. Te olvidaste –puede que estuvieras cansado-… te olvidaste de luchar y de repente todo es hermoso.
Pero el cielo no siempre está tan abierto. De nuevo las nubes se arremolinan porque “tú” apareces de nuevo. Justo en el momento en que sientes que todo es hermoso, de repente, empiezas a “hacer” algo. La mente comienza a pensar: “¿Cuánto durará este instante? Puedo perderlo, de modo que he de hacer algo para preservarlo, para asegurarlo”. Ahora “tú” has entrado en escena. La flauta ha dejado de estar hueca. Se ha llenado de “ti”. La música no fluye; ha desaparecido. Y cuando no la encuentras piensas: “Debí haberme esforzado más”. ¡Y es debido a tu esfuerzo que la has perdido! Pero tu mente sigue diciéndote que deberías haberlo intentado con más empeño y que, de haberlo hecho así, habría seguido fluyendo.
A veces, sentado bajo las estrellas, sientes una paz emerger en tu corazón. No parece de este mundo. Te sorprende. No puedes creerlo.
Me he encontrado con gentes sencillas que durante sus vidas han experimentado muchos momentos similares a los de un Buda, pertenecientes a una consciencia búdica, pero nunca hablaron de ellos a nadie porque no creían que eso les pudiera haber sucedido a ellos. En realidad, los han reprimido. Los atribuyen a su imaginación. ¿Cómo va a ser posible algo así sin hacer yo nada? ¿Cómo es posible que de repente me sienta extático?
Tú también puedes recordarlos en tu propia vida… y en momentos en que nunca lo esperabas: yendo a la oficina, en la rutina diaria… el sol está alto, estás transpirando, y, de repente, algo llama a tu hogar: por un instante dejas de ser tu viejo “yo”. Recobras el paraíso… Y luego lo pierdes de nuevo. Te olvidas de él porque no forma parte de tu estilo de vida. Ni siquiera hablas de ello. Piensas: “He de habérmelo imaginado. ¿Cómo va a ser esto posible? No he hecho nada; fue una ilusión, un sueño”. No hablas de ello.
He observado detenidamente a miles de personas y sólo me he encontrado con unos pocos que no experimentan esos momentos en su vida. Pero nunca hablaron de ellos con nadie. Y si lo intentaron, la gente se rió creyéndolos unos tontos, unos estúpidos. No creen en lo que han vivido; lo reprimen.
La humanidad no sólo ha reprimido el sexo; la humanidad ha reprimido la muerte, la humanidad ha reprimido todo lo hermoso que contiene la vida. El hombre ha sido obligado a convertirse en un autómata, en un robot. Todas las pistas, todas las puertas hacia lo desconocido se le han cerrado.
Pero Lao Tse tiene razón y dice lo que en verdad sabe; yo también lo sé: todo sigue sucediendo por sí mismo.
Durante muchos años he estado sin hacer nada; ni siquiera he pensando en ello. Todo sigue sucediendo por sí mismo. Es un puro deleite ver cómo las cosas siguen sucediendo por sí mismas. Es un puro deleite ver cómo las cosas suceden solas.
Es mucho lo que sucede sin tu “hacer”. Y cuando sucede sin tú hacerlo, posee una belleza propia. No contiene violencia alguna. Posee gracia; es encantador. Cuando tú lo haces, ejerces una fuerza. La gracia desaparece; se convierte en algo feo.
La violencia no puede ser grácil. Y para ser no violento –y ésta es la única manera, tal y como dice Lao Tse-, simplemente despréndete de todo conocimiento, despréndete del “hacedor”. Simplemente sé y permite que las cosas sean. Y todo empezará a florecer, todo empezará a fluir. Es el conocimiento el que te ha congelado.

A través de esta constante disminución alcanza la no-acción.
A través de la no-acción, todo es realizado.
Aquel que conquista el mundo suele hacerlo sin hacer nada.
Cuando uno se ve forzado a la acción,
el mundo se encuentra fuera de su alcance.

Los que han hecho cosas excepcionales fueron no-hacedores. Puede parecer que los hacedores hacen, pero sus logros no son duraderos.
Alejandros, Napoleones, Hitlers o Mussolinis, se empeñaron en hacer muchas cosas, pero sólo crearon pesadillas a su alrededor y en ellos mismos. Su hacer supuso un alto coste a miles, a millones de personas… y a ellos también. Su hacer se convirtió en un suicidio. Mataron a millones y, finalmente, acabaron consigo mismos. Eso es todo lo que sucedió. Fueron como una pesadilla; locos, neuróticos, asesinos. Ésos no son conquistadores; no han conquistado el mundo.
Y fíjate ahora en un Buda, en un Lao Tse, en un Jesús… ¡qué clase tan diferente de florecimiento! Pasan los siglos, las épocas se suceden, y Lao Tse sigue floreciendo. Su fragancia sigue tan fresca como siempre. No ha perdido nada de su frescura, no ha envejecido, no ha acumulado polvo. Es tan fresca como una gota de rocío de esta misma mañana.
La gente que ha vivido en el ahora permanece siempre en el ahora. Nunca pertenecen al pasado. Lao Tse es más contemporáneo que un Hitler, que un Mussolini. Un Lao Tse seguirá siendo contemporáneo durante los miles de años venideros. Siempre será contemporáneo. Un Jesús nunca es parte de la historia del pasado; siempre forma parte del presente. Aunque muere, nunca muere; sigue vivo. Ése es el significado de la parábola cristiana de la resurrección: “Él murió en la cruz, pero al día siguiente apareció andando de nuevo”. No lo tomes literalmente. Es una bonita parábola de profundo significado. Lo mataron en la cruz, pero no pudieron acabar con él. A los pocos días estaba de nuevo en camino, en movimiento.
No puedes matar a un Jesús. No puedes matar a quien ha conocido el no-hacer porque sólo puedes acabar con el ego. El ego puede ser destruido; el ser, nunca. Resucita.
Con el cristianismo sucedió justo lo contrario: la cruz se convirtió en lo más importante. La resurrección debería haber sido lo más importante, no la cruz. Aunque muchos hayan muerto en la cruz, eso no es muy importante. Lo más importante es la resurrección. Todo el cristianismo debería depender de esto: no se puede matar a Jesús. Podemos asesinarlo, podemos crucificarlo, pero no podemos acabar con él. Él sigue estando fresco; siempre está fresco. Puedes encontrártelo en cualquier encrucijada, puedes encontrártelo en cualquier parte.
En la India, nunca hemos representado a ningún avatar –ni a Rama, ni a Krishna, ni a Buda, ni a Mahavira- anciano. No es que nunca envejecieran, no. Envejecieron. El cuerpo tiene que seguir sus leyes; la naturaleza nunca cree en las excepciones; la regla es absoluta. Rama, Krishna, Buda y Mahavira también envejecieron, pero nosotros nunca los hemos representado como viejos, sino siempre como jóvenes. Todas las imágenes de la India son del Mahavira joven, del Buda joven, del Krishna joven, del Rama joven; nunca viejos. ¿Por qué? Porque conocemos su “esencia de juventud” y sabemos que nunca se volvieron viejos. El cuerpo viene y se va, pero su “esencia de juventud” permanece. Su fragancia, su inocencia poseen en ellos una cualidad de eternidad.
Éstos son los verdaderos conquistadores… y no hicieron nada. Nadie sabe lo que hizo Lao Tse: nada. No podrás encontrar una vida más tranquila que la de Lao Tse. En ella nada acontece. Sólo una cosa acontece: él mismo. Eso es todo. No acontece nada más. Por eso, esa gente nunca aparece en la historia. A lo sumo se convierten en pequeñas notas a pie de página, porque no tienen biografía. A su alrededor sucedieron muchas cosas; dentro de él, nada. Sólo hubo algo que nunca sucedió: su ser nunca emergió. Pasaron muchas otras cosas; se podrían escribir y escribir miles de páginas y aun así quedaría mucho por contar. Pero ¿y de Lao Tse? Simplemente una nota a pie de página… incluso podrías obviar esa nota a pie de página. Él no forma parte de la historia; no es importante.
Pero éstos son los verdaderos conquistadores… y siguen conquistando. Todavía Lao Tse sigue lanzando sus redes y aún mucha gente es atrapada, convertida, transformada, resucitada de sus tumbas. El milagro continúa.

Aquel que conquista el mundo suele hacerlo sin hacer nada.
Cuando uno se ve forzado a la acción,
el mundo se encuentra fuera de su alcance.

Nunca alientes a nadie a que haga nada, nunca te animes a ti mismo a hacer algo. Deja que las cosas sucedan. Entonces Dios estará haciéndolas a través de ti.
Hay dos maneras de hacer las cosas: una, hacerlas tú; otra, que Dios las haga a través de ti. Si tú las haces, crearás ansiedad, angustia y miseria en ti porque entonces estarás buscando una meta. Pensarás: “¿Triunfaré o no triunfaré?”. Te interesará más el resultado que el proceso y entonces sentirás una constante angustia. Suceda lo que suceda, te sentirás frustrado.
Si tienes éxito, te sentirás frustrado porque el éxito no te supondrá el bien que de él esperabas. Si fracasas, evidentemente te sentirás desgraciado. Las personas que fracasan se sienten desgraciadas; las que han tenido éxito, también. De hecho, los que han triunfado son más desgraciados que aquellos que han fracasado porque un fracaso implica una esperanza. Al hombre que realmente ha triunfado no le quedan esperanzas. Todas sus esperanzas se desvanecen. Ahora no tiene a dónde ir; ha triunfado. Pregunta a los muy ricos por qué se sienten tan desgraciados. Al pobre, podemos entenderlo, pero ¿por qué los ricos son tan desgraciados? Han triunfado y al hacerlo se han dado cuenta de que no les ha servido de nada, de que el éxito no les ha dado nada; simplemente han desperdiciado toda su vida. Ahora no pueden recobrar el tiempo perdido y no parece haber ningún futuro, ninguna esperanza, porque puede que tengan millones de dólares    –a lo sumo, si continúan en la misma línea tendrán muchos más millones-, pero ¿de qué les servirá? Si todos esos millones no les han proporcionado satisfacción, más millones tampoco se la proporcionará.
Has de comprender esta palabra; “satisfacción”. Es una palabra muy singular. Procede de la raíz latina “satir”. Satisfacción, satisfacer, saciar, proceden de satir, y ésta de la raíz sánscrita sat. “Sat” significa “lo real”, lo absolutamente real. De la misma palabra, sat, deriva el término japonés satori: el que ha comprendido la Verdad. Sat significa ser la Verdad, aquel que ha comprendido la Verdad, aquel que ha logrado el satori. Pero “saciar” y “satisfacer” significan “aquel que ha perdido el contacto con su raíz original”. Nada puede satisfacer excepto la Verdad. Por eso, cuando tienes éxito en el mundo no obtienes la “satisfacción”. Sólo sat puede darte la “satisfacción”.
Puedes acumular millones de dólares, de libras, pero de repente te das cuenta de que nada te satisface. Tu sed sigue siendo la misma; no se ha apagado. Y ahora no te quedan esperanzas. Has aprendido un truco: cómo triunfar. Ahora has triunfado y has desperdiciado toda tu vida en ese éxito. Y no surge la satisfacción, sino una profunda frustración, un estado de desesperación.
¿Y si fracasas? ¿Cómo vas a sentirte satisfecho? En el mundo, si fracasas, fracasas; y si triunfas, también fracasas.
Hay un proverbio que dice: “No hay nada mejor que el éxito”. Yo lo he cambiado un poco y te digo: “No hay nada peor que el éxito”. El fracaso, es fracaso; el éxito, también es fracaso.
Sólo hay una posibilidad: que conozcas a tu ser, sat. Sólo eso podrá satisfacerte, sólo eso nunca falla. Pero eso no forma parte del “llegar a ser”, no tiene nada que ver con el tiempo. Ahora mismo, en este mismo momento, se encuentra a tu alcance. Ya está ahí en todo su esplendor. En tu interior está el rey en su trono… pero nunca vas  allí. Buscas dinero, conocimientos, prestigio, poder… y lo buscas fuera. ¡Y todos los que buscan fuera… terminan entrando dentro!
Deja de “aprender”; aprende a “des-aprender” ¡Entra! Deshazte del “hacedor”; aprende a hacer las cosas sin “hacerlas”.
Y existe un secreto. Es el mayor de los secretos, el milagro más grande que puede sucederle a uno. Y es éste: conviértete simplemente en un instrumento, en un vehículo, en una flauta hueca, y canciones divinas empezarán a sonar a través de ti.
Sencillamente, no te interpongas entre tú y tu Yo. En eso consiste todo el Yoga, el Tantra, la Religión. Por favor, ponte “tú” a un lado, no te interpongas. Simplemente ponte a un lado y deja pasar el carruaje de Dios. Si eres capaz de aprender esa única cosa –mantenerte al margen- lo habrás aprendido todo.
Entonces te darás cuenta de que todo funciona por sí mismo. El Todo está actuando. La parte no necesita hacer nada, sólo participar. Solamente es necesario que no cree problemas ni conflictos. Sólo ha de mantenerse en el Todo.
Estar con el Todo es ser religioso. Estar contra el Todo es pertenecer al mundo.


OSHO
TAO LOS TRES TESOROS

VOL. III


FELIZ CUMPLE PARA TODOS....AMADO MAESTRO.....

TE AMOOOOOOOO........

Ma Sambodhi
Swadharma

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