miércoles, 17 de noviembre de 2010

HAS VENIDO A MI TOMAR SANNYAS....OSHO

¡Has venido a mí! Has dado un paso peligroso. Es un riesgo porque junto a mí te puedes perder para siempre. Acercarte a mí significa la muerte y no puede significar otra cosa. Soy como un abismo. Acércate a mí y caerás en  mí. Por esto la invitación te ha sido entregada. Has oído y has venido. Se consciente de que a través de mí no vas a ganar nada. A través de mí únicamente puedes perderlo todo; porque a menos que te pierdas, lo Divino no puede suceder; a menos que desapa­rezcas totalmente, lo Divino no puede surgir. Tú eres la barrera.
Y tú te tienes en tan alta estima, te valoras tanto, estás tan lleno contigo mismo que nada puede penetrarte. Tus puertas están cerradas. Cuando desaparezcas, cuando no seas, las puertas se abrirán. Y entonces llegarás a ser como el vasto e infinito cielo.
Y esta es tu naturaleza. Esto es Tao.
Antes de penetrar en la bella parábola del Bote Vacío de Chuang Tse, me gustaría contarte una historia, que establecerá lo que va a ser la pauta en este campo de meditación en el cual es­tás entrando.
Oí que sucedió una vez, en un tiempo remoto, en algún desconocido país, que un príncipe enloqueció repentinamente.
El rey estaba desesperado, el príncipe era su único hijo, el único heredero de su trono. Se llamó a todos los magos, a todos los milagreros, los doctores fueron convocados, todo esfuerzo hu­manamente posible se hizo, pero fue en vano. Nadie pudo ayudar al joven príncipe, y permaneció loco.
El día en que perdió el juicio se despojó de todas sus ropas hasta quedar desnudo, y empezó a vivir bajo una mesa.
   Creía que se había convertido en un gallo. Por último el rey tuvo que aceptar  el hecho de que el príncipe había enloquecido para siempre; todos los expertos habían fallado.
   Pero un día surgió una nueva esperanza. Un sabio, un sufí, un místico, llamó a las puertas del palacio y dijo: "Dadme la oportu­nidad de curar al príncipe".
   Pero el rey desconfió porque aquel hombre parecía que estaba loco, más loco incluso que el príncipe. Pero el místico dijo, "Sólo yo puedo curarle. Para curar a uno que está muy loco se necesita a otro más loco aún. Y todos vuestros expertos, vuestros milagre­ros y demás han fracasado porque no conocen el ABC de la locu­ra. Ellos nunca han viajado por este sendero".
  Parecía lógico, así que el rey pensó, "No puede haber ningún mal en ello, ¿por qué no probar? Y así se le concedió la oportu­nidad.
  En el momento en que el rey dijo: "Ok, pruébalo", el místico se desnudó y saltó  bajo la mesa y empezó a cacarear como un gallo.
El príncipe empezó a sospechar y le dijo, "¿quién eres? ¿Y qué  te crees que estás haciendo?".
El viejo le contestó, "Soy un gallo más experimentado que tú.
Tú no eres nada, eres sólo un recién llegado, a lo más un aprendiz".
    El príncipe le dijo: "Entonces de acuerdo: tú también eres un gallo, pero te pareces a un ser humano".
    El viejo le dijo, "No te fíes de las apariencias, mira mi espíri­tu, mi alma. Soy un gallo como tú".                                                
 Se hicieron amigos. Se prometieron uno al otro que siempre vivirían juntos y convinieron que este mundo estaba contra ellos.
Unos días pasaron. De repente, un día, el viejo comenzó a ves­tirse. Se puso su camisa. El príncipe dijo, "¿Qué estás haciendo, te  has vuelto loco? Un gallo intentando vestirse como un hombre".
    El viejo le contestó, "Sí, lo estoy intentando, engañaré a esos tontos, a esos seres humanos. Y recuerda que aunque me vista, nada cambia. Mi condición de gallo permanece, nadie puede cambiarla. Sólo por vestirme como un ser humano, ¿crees que al­go va a cambiar en mí?". El príncipe tuvo que aceptarlo.
    Unos días después el viejo persuadió al príncipe de que se vis­tiera porque el invierno se acercaba y empezaba a bajar la tem­peratura. Y entonces un día pidió comida a la gente del palacio. 'El príncipe' se puso en guardia y dijo, "¿qué estás haciendo? ¿Vas a comer como esos humanos, como ellos? Somos gallos y tene­mos que comer como gallos".    El viejo le dijo, "Nada cambiará en cuanto a este gallo. Puedes comer cualquier cosa y puedes disfrutar de cualquier cosa. Puedes vivir como un hombre y permanecer fiel a tu condición de gallo".
Poco a poco el viejo persuadió al príncipe para regresar al mundo de los hombres. Llegó a ser absolutamente normal.
Lo mismo ocurre contigo y conmigo. Y recuerda que vosotros sois sólo iniciados, principiantes. Puedes creer que eres un gallo pero sólo estás aprendiendo el alfabeto. Yo soy un alma vieja, y sólo yo puedo ayudarte. Todos los expertos han fallado, y por esto es por lo que estás aquí. Has llamado a muchas puertas; durante muchas vidas has estado buscando y nada te ha servido de ayuda.
Pero puedo decirte que yo sí puedo ayudarte porque no soy un experto, no soy un intruso. He caminado por el mismo camino, por la misma demencia, por la misma locura. He pasado por lo mismo, la misma miseria, la misma angustia, las mismas pesadillas. Y ha­ga lo que haga todo se resume en persuadirte, en persuadirte de que salgas de tu locura.
Creerse uno mismo un gallo es insensatez, creerse uno mismo un cuerpo es también una locura, incluso mayor. Creerse que uno es un gallo es locura, creerse que uno es un ser humano es una lo­cura mayor, porque tú no perteneces a forma alguna. Tanto si la apariencia es la de un gallo o la de un ser humano es irrelevante, perteneces a Lo Sin Forma, perteneces a lo Total, a La Totalidad. Por ello cualquiera que sea la apariencia que creas que eres, estás loco. No tienes forma. No perteneces a nadie, no perteneces a nin­guna casta, religión, credo, no perteneces a ningún nombre. Y a menos que llegues a carecer de forma, de nombre, nunca te vol­verás cuerdo. 
Cordura significa alcanzar aquello que es natural, llegar a aquello que es lo máximo en ti, llegar a lo que está oculto tras de ti. Se requiere un gran esfuerzo porque romper la forma, dejarla, eliminarla es muy difícil. Has llegado a estar tan ligado e identi­ficado con ella...
Este Samadhi Sadhana Shibir, este campo de meditación, no es sino para persuadirte a ti para ir hacia Lo Sin Forma; cómo no permanecer ligado a la forma. Toda forma significa ego: incluso un gallo tiene su ego, y el hombre tiene el suyo propio. Toda for­ma está centrada en el ego. Carecer de forma significa ausencia de ego; entonces no estás centrado en el ego, entonces tu centro está en todas partes y en ninguna parte. Esto es posible; esto que parece imposible es posible, porque esto me ha sucedido a mí. Y cuando yo hablo, lo hago a través de la experiencia.     
Dondequiera que estés yo he estado, y donde quiera que yo es­té puedes estar. Mírame tan profundamente como puedas y siénte­me tan hondamente como te sea posible, porque yo soy tu futuro, yo soy tu posibilidad.
Cuando te diga, "Entrégate a mí", quiero decir que te rindas a esta posibilidad. puedes ser curado, porque tu enfermedad es sólo una idea. El príncipe enloqueció porque se identificó con la idea de que él era un gallo. Todo el mundo está loco a menos que comprenda que no se halla identificado con forma alguna; sólo entonces la cordura.
Por esto una persona cuerda no será alguien en particular. No puede serlo. Sólo uno que esté ido puede ser alguien; a veces un gallo, a veces un hombre, un primer ministro o un presidente, o cualquier cosa. Una persona cuerda llega a sentir el ser nadie. Este es el peligro...
   Tú has acudido a mí como alguien, y si me lo permites, si me das la oportunidad, este ser alguien puede desvanecerse y llegar a ser nadie, un vacío. En esto se basa todo el esfuerzo, hacerte un donnadie. Pero ¿por qué? ¿Por qué este esfuerzo para llegar a ser un donnadie? Porque a menos que te conviertas en ello no podrás ser dichoso; a menos que te conviertas en un donnadie no podrás alcanzar el éxtasis, a menos que no seas un vacío la bendición no será para ti, seguirás perdiéndote la vida.  

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